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jueves, 29 de agosto de 2013

DESTRUIR LA MORAL DEL ENEMIGO


La moral, desde el punto de vista bélico, se reduce a dos aspectos del ser humano: disciplina y confianza. Destruir la moral del enemigo, por lo tanto, es destruir su disciplina y su confianza. A ningún poder le sirve que su enemigo sea disciplinado y tenga confianza en sí mismo y en sus amigos. A ningún poder le sirve que su enemigo se piense, se sienta y se crea su igual. Una moral alta facilita logros y un enemigo no debe tener logros, sólo debe tener derrotas. Disciplina y confianza es moral: debe ser destruida.

Esto es lo que le ha pasado al pueblo uruguayo desde la dictadura cívico-militar en adelante. El fascismo ha seguido en guerra, ha seguido haciendo su trabajo cívico-militar de modo secreto. La política neoliberal aplicada por todos los partidos desde la dictadura es una política de guerra, de competencia, agresiva e impositora. Entre el trabajo secreto del fascismo y el trabajo público del neoliberalismo han desmovilizado al pueblo, le han hecho creer que todo está perdido, que es inútil pelear, que ellos mandan por los siglos de los siglos, que lo mejor es que nadie haga nada, que se resignen, porque cualquier otra cosa será peor, mucho, muchísimo peor. Como si lo peor de todo no fuera quebrarse, desmoralizarse y hundirse como ser humano.
El enemigo del fascismo y el enemigo del neoliberalismo es el pueblo: todas las baterías, todas las miras apuntan a destruir la moral del pueblo.

ESTAMOS EN GUERRA

Estamos en guerra. El mundo está en guerra, la sociedad está en guerra. La guerra está en todo, cada día. Y es una guerra a muerte. Aunque no nos guste, aunque nos duela, aunque nos atemorice o nos aterre. Es la realidad. Estamos en guerra constante, cotidiana, total, global.

Un enemigo que nunca da la cara, que no sabemos quien es, un enemigo que nunca se presenta y cuando se le señala lo niega, un enemigo clandestino, siempre en las sombras, anónimo, nos hace la guerra día a día, concepto a concepto, sentimiento a sentimiento, emoción a emoción, paso a paso, venta a venta, compra a compra, pago a pago, sonrisa a sonrisa, balazo a balazo.

LAS DOS MEDIDAS

Las medidas que nuestro enemigo anónimo, nuestro enemigo de las sombras, nuestro enemigo silencioso ha preparado para nosotros son fundamentalmente dos.

Hay dos medidas que aplican el fascismo y el neoliberalismo que mantienen en estado de derrota constante al enemigo: desorganizan sus economías, la primera, y destruyen su moral, la segunda. Economía, y moral, entendidas en términos bélicos.

Las dos reglas básicas, estratégicas, de la guerra: desorganizar la economía interna del enemigo y destruir su moral. Llevadas a la práctica cada día, cada hora, cada minuto.

DESTRUIR LA MORAL

En las guerras clásicas de nuestro siglo, se ha buscado destruir la moral del enemigo mostrando, por la vía de los hechos, de los hechos fabricados por los estrategas, que el enemigo es inferior y perverso. Se han delineado las medidas y se han diseñado y construido los instrumentos para hacer creer que el enemigo es inferior y perverso, y generalmente idiota. Pero para hacerlo creer, no ya al amigo, lo cual es generalmente fácil de lograr porque él también quiere creerlo, sino al propio enemigo. Eso significa, en definitiva, en la guerra, destruir la moral: que el enemigo se piense y se sienta y se crea a sí mismo inferior y perverso. E idiota.

En la guerra, el éxito de la perversidad es innegable.

DESTRUIR LA ECONOMÍA

Esta es la guerra cotidiana. Cuando no conseguimos trabajo, cuando nos rebajan los sueldos y salarios, es aquel enemigo, un enemigo que nunca da la cara, que no sabemos quién es, un enemigo que nunca se presenta y cuando se le señala lo niega, un enemigo clandestino, anónimo, que nos hace la guerra día a día; cuando quedamos sin trabajo, es aquel enemigo que está desorganizando nuestra economía interna y destruyendo nuestra moral.

QUIENES SOMOS NOSOTROS

Pero nosotros sabemos y sentimos que no somos inferiores, que no somos perversos, que no somos idiotas. Actuemos de tal modo, entonces, que podamos afirmar nuestra disciplina y nuestra confianza, para así demostrar, por la vía de los hechos, de los hechos fabricados por nosotros, que creemos que no somos inferiores sino iguales, que no somos perversos sino normales, que no somos idiotas sino valientes.

El derecho, en nuestras sociedades llamadas democráticas y libres, también es un hecho de fuerza. El derecho aparece, primero, como fruto de consenso social y, por lo mismo, como expresión de paz después. Pera la realidad histórica muestra claramente, con una regularidad asombrosa, como una relación regular, como una ley, como una ley científica que se cumple en el cien por ciento de los casos dadas las mismas condicionantes, que cuando el derecho no satisface las necesidades de las élites mafiosas de las clase dominante, del Mercado, y los pueblos se niegan a dejarse oprimir, explotar, a dejarse morir de hambre y humillación, entonces el derecho y la fuerza se confunden en una única expresión, y se vuelve guerra y dictadura, muerte, tortura y desolación.

En la guerra, el éxito de la perversidad es innegable.

HOY

Corresponde a nuestras generaciones de estos finales del segundo milenio y principios del tercero – medido el tiempo histórico según las creencias cristianas y debido básicamente a su poder y su agresividad y prepotencia – hacer que en la guerra pueda triunfar la vida y en la vida se pueda llegar a la paz. Amén.

Mi contribución en el día de los Comités de Base del Frente Amplio de Uruguay en el año 2013.
ARIEL POLONI DABALÁ


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