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jueves, 13 de diciembre de 2012

Narcisismo y letanías


La lentitud del magma


Pedro Luis Ibáñez Lérida*


"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".

John Donne


  Hace unas semanas el expresidente del gobierno, José María Aznar, presentaba el primer tomo de sus memorias. Eso quiere decir, cuando menos, que una próxima publicación está en ciernes. Y con ella la constatación que el país permanece en un estado de letargo. Los índices de lectura en España son pésimos. No parece que la vocación lectora se fortalezca con este tipo de lecturas. Más aun si conocemos algunos pasajes que parecen obedecer a un grado de yoísmo realmente apabullante. Las letanías se han adueñado del discurso político. No me refiero a la acepción religiosa de la palabra. Sino a la  retahila que, como murmuración, es mascullada entre dientes. Utilizo el plural porque, sin haber escrito sus memorias, el expresidente Felipe González no duda en utilizar esta misma fórmula de explicación de la realidad. Aunque lo más descorazonador es cuando al propio Partido Socialista Obrero Español -PSOE-, no le duelen prendas en celebrar el trigésmo aniversario de su ascenso al poder. ¿Realmente hay algo que celebrar? Quizás obedezca más al autoconsumo y como agarre a un clavo ardiendo para no perder comba social. Aunque mirarse el ombligo no traslada confianza. Mientras el gobierno continúa con su apisonadora, la oposición socialista se dedica al autobombo. Las afirmaciones de ambos expresidentes nos adentran en cierto escenario de abotargamiento y guardan la fidelidad a sus idearios personales. Es una manera de continuar estando presente en el panorama actual. Abogados del pasado que no contentos con purgar cuitas propias siguen empecinados en las ajenas. Claro está, salvo de aquellas que les corresponden en sus respectivas facetas como consejeros en empresas energéticas. Donde desarrollan  una de las diversas ocupaciones retribuidas que ostentan. Los despidos crecen por doquier y el asentamiento del recorte presupuestario se identifica con una parte de la sociedad que presiente que el drama está aún por llegar. Por ello sorprende este gratuito empeño en seguir meneando la cola.

  Para retahilas las crecientes protestas de diferentes colectivos que abundan en este sino cansino del gobierno de hacer oidos sordos. El criterio técnico prevalece. Pero, ¿cuál es éste...? Cuando los investigadores reclaman inversiones y supresión de recortes en su trabajo reconocido internacionalmente, no hay que ser demasiado listo para entender que el futuro viene de su mano y esta ha sido amputada. La falta del respaldo institucional como política de estado es la prueba evidente que hay un propósito y no precisamente de enmienda en este sentido. El estímulo social ha crecido en consonancia con el estado de alarma que de forma sorda aplican con los decretos ley. Con estas junturas poco sostén puede abrigarse. Entonces resulta aleccionadora la manifestación encabezada por la pancarta "SOS Discapacidad-Derechos, Inclusión y Bienestar a salvo" en la que miles de discapacitados claman que su situación es de colapso. El gobierno se ha convertido en Lázaro y está a la espera que Europa le grite en voz alta, "Levántate y anda". Estos ciudadanos constreñidos por sus propias limitaciones y un presente esquivo mantienen intacta su dignidad. El motor de su día a día.

  Señala el actor y director cinematográfico Robert Redfor que "La política es un carnaval del absurdo". Una definición tan precisa como desesperanzadora. El protagonista de la película "El candidato", dirigida en 1972 por Michael Ritchie, reduce los términos políticos a la demostración palpable del espectáculo de la mediocridad. En esta película interpreta a un joven abogado idealista que es convencido para presentarse a la elecciones como senador del estado. Durante todo el proceso electoral la descripción en la degradación de los principios originales que le han llevado a presentarse como candidato se reduce al coste del poder. Convirtiendolo en un mero guiñol en manos del equipo de asesores del partido y sus intereses orgánicos.

  Joan Baptista Humet se identificaba con la canción de autor en la que los sentimientos y emociones fueran los principales protagonistas de sus canciones sin perder perspectiva social. La riquísima abundancia de sus canciones, hasta su fallecimiento en 2008, siempre tuvo el tono vital y deliciosamente humano de un abrazo. Un hombre dotado de una voz melodiosa, clara, poderosa y jovial con la que acentuaba la belleza de las letras que componía. En 1981 compuso la canción "Hay que vivir". La vigencia de su emocionado canto no deja lugar a dudas: "(..) Habrá que demoler barreras, / crear otras maneras / y alzar otra verdad.Desempolvar viejas creencias / que hablaban en esencia / sobre la simplicidad. / darles a nuestros hijos / el credo y el hechizo / del alba y el rescoldo / en el hogar. / Y si aún nos queda algo de tiempo, / poner la cara al viento / y aventurarnos a soñar"                                
                       
*Pedro Luis Ibáñez Lérida, 

poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com


Artículo patrocinado por LetrasTRL


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